Una llamada

Hace unos días, me llamó mi compañera de levantamiento de pesas, quien está estudiando en Santiago este semestre. Aunque nuestra llamada era breve, oí el entusiasmo en su voz de su tiempo allí por su anticipación de mi llegada, porque nuestros programas coinciden por aproximadamente un mes. Me siento un poco extraña que llegaré a un lugar no familiar cuando ya hay otros estudiantes de Notre Dame allí que han tenido la oportunidad de sumergirse en el área por mucho tiempo. Quizás sea posible sentir “FOMO” antes de que empiece una experiencia pero estoy eufórica para ir a Santiago en unas semanas para sumergirme en la cultura del área con otros estudiantes de Notre Dame.

Estoy acostumbrada a viajar extranjero y por eso me siento muy preparada para zambullirme en un país extranjero; por lo menos esta vez tengo una experiencia lingüística más fuerte en el lenguaje primario de la región. Sin embargo, estoy preocupada por las barreras lingüísticas a causa de la jerga y acentos regionales. Todavía estoy horrorizada cuando recuerdo mi tiempo en Córdoba – tomó demasiado tiempo para darme cuenta de que el repetitivo “echá” de mi anfitrión cuando estaba caminando por el apartamento simplemente significaba “está” y refirió a donde está todo. Cada región tiene sus propias características lingüísticas únicas; ansío descubrirlas y sentir más cómoda con el carácter distintivo de la lengua dentro las conversaciones con la gente de allí. A pesar de esta timidez lingüística, estoy emocionada aprender más sobre la historia, el arte, la cocina, la política y el sistema de servicios médicos de la región directamente de la gente que viven allí, porque es el mejor método, y quizás sea el método solo, de aprender sobre la gente y la cultura. Es importante interactuar con la cultura porque es más personal que el aprendizaje del aula y establece conexiones culturales que superan lo intelectual y académico. Un aula sería como una foto que vale más que mil palabras pero una experiencia de sumersión como la que experimentaré en Chile es como un video compuesto de miles tomas y vale más que la suma de sus componentes.